Hno. Wilfredo Argueta, OFS
La «perfecta alegría» es un concepto central en la espiritualidad franciscana y se refiere a un estado de alegría y paz profundos que proviene de una conexión auténtica con Dios y con los demás. Aunque es una expresión asociada con la vida y enseñanzas de San Francisco de Asís, su significado y alcance son relevantes para todos los cristianos y personas en búsqueda espiritual.
En el contexto de la vida de San Francisco, la «perfecta alegría» se relata a una anécdota en la que Francisco y el Hno. León, un compañero fraile enfrentan diversas dificultades y adversidades mientras buscan refugio y comida. A pesar de las dificultades, Francisco declara que si pudieran encontrar alegría y paz en medio de esas circunstancias desafiantes, experimentarían la «perfecta alegría».
Sin embargo, la «perfecta alegría» no se limita simplemente a situaciones difíciles, sino que se extiende a toda la vida y experiencia espiritual. En su esencia, la «perfecta alegría» se refiere a:
Alegría en Dios: La verdadera alegría proviene de la conexión con Dios y de experimentar su amor y su presencia en todas las circunstancias. La «perfecta alegría» radica en saber que somos amados incondicionalmente por Dios y en sentirnos en armonía con Su voluntad.
Alegría en la Comunión: La «perfecta alegría» se encuentra en las relaciones auténticas y en la fraternidad con los demás. Se trata de experimentar el amor y la solidaridad con todos los seres humanos y con la creación en general.
Alegría en la Sencillez: En la espiritualidad franciscana, la sencillez y la humildad son vistos como caminos hacia la alegría. La «perfecta alegría» se encuentra en la liberación del apego a las posesiones materiales y en la aceptación de la vida tal como es.
Alegría en el Presente: La «perfecta alegría» se experimenta al vivir plenamente en el momento presente y al encontrar gratitud y maravilla en las pequeñas cosas de la vida.
Alegría en el Servicio: La alegría se encuentra en el servicio desinteresado a los demás y en la participación activa en la construcción de un mundo mejor.
La «perfecta alegría» en la espiritualidad franciscana se refiere, pues, a un estado de gozo y paz profundos que se deriva de una conexión genuina con Dios, con los demás y con la creación. Es una alegría que trasciende las circunstancias externas y se basa en los valores de amor, sencillez, humildad y servicio. Es un llamado a vivir una vida de profunda alegría espiritual, donde la presencia divina y el amor fraterno son las fuentes principales de satisfacción y felicidad.